Escribidor de sueños
A golpe de recuerdos y trazos de mi pluma voy escribiendo pensamientos, ilusiones, opiniones y mi sentido de ver la vida. Testimonios reales, crudos y desgarradores, quizás la descripción de la trágica realidad que vivimos en estos comienzos del siglo XXI.
viernes, 9 de junio de 2023
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jueves, 8 de junio de 2023
¿Quién soy yo?
Antonio Fernández (escribidor de sueños) |
Yo solo puedo decir que me llamo
Antonio Fernández Álvarez, que nací en Cabra el dos de diciembre de 1959, que
estoy casado, tengo un hijo y que disfruto con la lectura.
Mis hobbies:
1ª) La lectura
Comencé desde muy niño a leer,
aún recuerdo el primer libro que pude comprarme, dado que con tan solo 13 años
ya empecé a trabajar, era "Don Camilo" de Giovanni Guareschi, el cual
he releído varias veces.
Pero de este libro entre
comicidad y ternura, hasta los dramas íntimos y las condiciones ambientales que
Francisco Candel refleja en su obras, y los clásicos más representativos de
nuestro siglo de oro de la literatura, Quevedo, Garcilaso de la Vega, Fernando
de Herrera, Cervantes, etc., hasta autores contemporáneos: Gabriel García
Márquez, Mario Varga Llosa, etc. Y por supuesto no podía ser de otra forma mis
paisanos D. Juan Valera y D. José Calvo Poyato (éste último fue profesor mío).
Hasta los bestseller de los últimos años: "El Código Da Vinci",
"La Catedral del Mar", "Los Pilares de la Tierra", todo un
cúmulo de entretenimiento, desarrollo y enriquecimiento cultural que ha llenado
muchas horas donde no había nada más gratificante que la lectura.
2º) El ciclismo
No tengo precisamente un aspecto
atlético más bien sobradito de kilos, pero este deporte me encanta. Eso sí solo
con la llegada del buen tiempo, el magnífico paraje de la subbética por donde
trascurre "la vía verde", que es la mejor de las rutas fuera del
peligro que entraña la carretera, y un poco de sacrificio, los fines de semana
suelo salir a practicar algo de ejercicio con mi "mountain bike".
miércoles, 7 de junio de 2023
Relatos desde el corazón
Introducción
Relatos
desde el corazón, no tiene ninguna pretensión literaria, dado que como me gusta
puntualizar yo soy escribidor, definición que significa mal escritor, son
relatos cortos hechos a vuela pluma con el corazón, muchos de ellos como escape
psicológico a momentos difíciles, por lo cual son producto de una evasión y
resurgir a un nuevo estado de ánimo, vencido por unas circunstancias
adversas.
También es un libro que ve la luz, gracias a los momentos más duros que he
pasado en mi vida, es la salida de ese bucle de miedos y tristeza en que me
había sumido tras sufrir un infarto, es una apuesta de que incluso en los
momentos más delicados podemos realizar nuestros sueños, aun cuando más tocados
estemos, las escusas y las barreras provienen de nuestro interior. Un sueño
hecho realidad, que ha sido un reconstituyente ideal para mi mejoría notable.
Relatos desde el corazón, hechos con el corazón. Un libro que deseo de
gratificante lectura para grandes y pequeños.
Agradecimientos
A Isabel Natalia García Ruiz, mi sobrina que se ha prestado a realizar las
ilustraciones que aparecen en el libro, robándole tiempo de sus estudios.
A mi mujer por su paciencia conmigo.
A mi hijo por leerme y corregirme.
A mi psicólogo por animarme.
Autor: Antonio Fernández Álvarez, nací en Cabra el 2 de diciembre de
1959, casado, y con un hijo.
Ilustraciones: Isabel Natalia García Ruiz estudiante en la Facultad de
Bellas Artes de Granada.
Como ave fénix
La pequeña de un año dormitaba en el suelo de la choza, sobre un colchón de paja, sus padres salieron a trabajar al campo en cuanto la luz solar lo permitió, serían las 7 y 10 de la mañana, los otros dos hijos Juan y Rosana de seis y ocho años respectivamente se quedaron en la choza. No se los llevaron al campo, porque la nevada del día anterior había echo mella en su huesos y tiritaban como pajarillos; -sin duda nos ayudaran más si se quedan aquí pensó el padre,- puesto que no podrán recoger ni una sola aceituna con este frío, y ellos cuidaran de la pequeña.
La
fresca y gris mañana hizo que los niños no saliesen de la choza y como el frío
cada vez era más acuciante, Juan intentó hacer fuego en el fogón como había
visto hacer a su padre, y se sintió todo un hombre cuando la lumbre empezó a
calentar el pequeño habitáculo que tenían por casa.
Los
chiquillos entraron en calor y se despreocuparon jugando, Rosana con una vieja
muñeca hecha de trapos y Juan con una espada de madera.
Nunca
llegarían a saber que había ocurrido pero para cuando quisieron darse cuenta
era muy tarde, el colchón donde dormía Laura la pequeña, estaba ardiendo,
Rosana intentó coger a su hermana que se había despertado y lloraba. Le era
imposible, sus pequeños brazos sufrieron quemaduras de segundo grado al
intentar salvarla, pero un milagro hizo que pudiera sacarla de ese infierno y
envuelta en una manta, solo se quemara algo del pelo de la cabellera
de la pequeña.
Juan
corría como un poseso a avisar a sus padres, que a su vez venían corriendo
cuando desde la lejanía divisaron el humo exagerado que provenía de la choza y
se temieron lo peor.
Cuando llegaron la casucha ardía como una tea, no pudieron salvar nada de sus pertenencias, pero abrazados a sus hijos lloraban y daban gracias a Dios porque salvo las quemaduras que presentaba Rosana en los brazos todos estaban bien. Construirían un nuevo cobijo, y volverían a empezar.
El espectro
Caminaba
delante de mí con paso incierto, era muy tarde yo volvía de un viaje que había
durado más de dos horas de coche, por la lluvia que copiosamente caía desde que
salí de Estepona. Había aprovechado hasta última hora la visita a mis clientes,
lo que hizo que saliese de esa ciudad cuando ya eran las diez de la noche.
No
pude encontrar aparcamiento cerca de mi casa y tuve de dar una vuelta para
conseguir aparcamiento un par de manzanas de mi domicilio, así que tuve
que andar un buen trecho antes de llegar a mi portal.
Surgió
de pronto, la figura de ese individuo que parecía un borracho quizás, ya que
llovía abundantemente y no llevaba ni paraguas ni gabardina que lo protegiese
del aguacero. O tal vez yo no me había percatado antes de su presencia, pero
era seguro que no estaba cuando accedí a la esquina de la larga calle donde yo
vivía.
-Probablemente
ha salido de un portal- me dije.
Pero
un escalofrío recorrió mi cuerpo, temí que fuese un atracador, mi traje y mi
maletín podría haberle llamado la atención de un buen botín, que sin duda se
sería frustrado cuando descubriese que solo contenía catálogos y mi cartera no
portaba más de veinte o treinta euros.
Ahora
yo caminaba más despacio dudaba rebasarle y también temía que se diese cuenta
de mi actitud. Verdaderamente pensaría que le tenía miedo.
Pero
a pesar de haber disminuido mi paso cada vez estaba más cerca de él, y la tenue
luz de una farola de la calle me permitía ahora describirle, pero el pánico se
apoderó de mí y me quedé paralizado, hasta el maletín que portaba en mi mano
izquierda se me cayó, quise gritar pero no me salía la voz del cuerpo.
El sujeto de una delgadez extrema no caminaba, era como si anduviera deslizándose pero elevado del suelo unos diez o quince centímetros, unas largas manos pegadas a sus costados dejaban ver unos dedos de color cerúleo, el golpe del maletín sobre la superficie sonó fortísimo en el silencio de la noche, y giró solo su cabeza en un giro imposible de ciento ochenta grados. El horror se apoderó de mí su cara igual que las manos parecían de cera y no tenía ojos sino un par de cuencas oscuras y vacías, como si me mirasen fijamente. Y desapareció.
El miserable cuartucho que tenía alquilado en la viejísima casa de vecinos donde vivía, estaba situado en el patio principal de la vivienda, próximo una pila de un tamaño considerable con un caño que continuamente estaba echando agua abundante, y fría incluso en verano. Era donde principalmente la mujeres se juntaban para lavar la ropa y de paso un rato de cháchara donde o criticaban a la vecina que no estuviera en ese preciso momento, o incluso algunas veces se ponían verdes entre ellas habiendo llegado a las manos en alguna ocasión.
El agua que caía a la pila desaguaba en un retrete que había próximo a ésta sin ventilación ninguna y con una puerta destartalada de madera a la cual le faltaban más de 30 cts. desde la misma hasta el suelo. Era un retrete común que utilizaban las 50 personas que vivían en la casa, entre adultos y niños.
El cuchitril solo era una habitación de no más de dos metros de ancho por cuatro de largo. La puerta de madera desconchada y cuarteada quedaba a la izquierda y a no más de 20 cm. una ventana pequeña con una reja permitía la única luz y ventilación que tenía la estancia. Como a la mitad del mismo una feísima cortina de tela separaba la estancia, quedando la parte de atrás como el dormitorio, donde una cama de 105 con cabecero niquelado destacaba junto a la pared desconchada por culpa del salitre producido por la humedad, la mesita de noche de madera de haya, con patas isabelinas tenía dos cajones y un penacho con un dibujo tallado y acabado con pan de oro, realzaba tanto que evidenciaba que no era el sitio para un mueble de evidente valor. Un arca en madera también tallada al lado derecho de la cama contenía toda la ropa de él.
Al entrar solo una mesa redonda de 90 cm. con cuatro sillas de madera y anea a su alrededor y un mueble de formica con un bar y vitrina, donde la cristalería con el filo de oro distinguía que la misma era de un coste elevado para un personaje que vivía en tan tétrico lugar.
Hacía solo unos meses que había alquilado el cuartucho, en realidad, nadie lo había visto, después del día de su llegada con su pertenencias, pasó junto las mujeres que lavaban en la pila, las saludó con un sonoro buenos días sin mirarlas, abrió el cuarto, ordenó a dos jóvenes que le acompañaban que colocaran sus cosas, él solo se limitó a indicar donde debían colocar el escaso ajuar, cuando estuvo todo instalado les dio dos monedas a cada uno, parecieron quedar conformes y se marcharon corriendo.
- María: Yo creo que lo ha matado, no
lo hemos visto desde su llegada. Y el otro día oí….
- Paqui: “Es un loco que su familia gente de
mucho dinero no han querido que encierren en un manicomio pero que tampoco lo
quieren en su casa y le han puesto tierra por medio”, dicen que no es
peligroso.
- Anita: Es un bohemio.
- Pepa: Eso, eso nos hace falta
aquí otro borracho, bastante tenemos ya con Paco el marido de la Trini.
- Lola: Que no te enteras no es borracho es un
hombre de vida desordenada.
- Juanillo el niño de la Lola: Es un fantasma.
¿Que dices chiquillo? -dijeron todas casi al unísono-. Y se pusieron a reír con chillonas carcajadas que se silenciaron repentinamente, cuando un sonoro buenos días le hizo caer en la cuenta de que era él, no le habían visto entrar al patio ni se habían percatado de su presencia, solo que estaba allí acariciando la cabeza de Juanillo, y sin mirarlas de dirigió a su tabuco.
El suicida
“A veces se me va la cabeza, pero no es una sensación desagradable, todo lo contrario es como si yo mismo saliese de mi cuerpo y pudiese manejar éste como si de una marioneta se tratase, no existe percepción del ridículo ni tema tabú que pueda no decir y entonces hago y digo cosas que cuando vuelvo en mí me afligen”
La
siquiatra escuchaba atentamente al paciente que tendido en el diván le contaba
sus preocupaciones, y su malestar consigo mismo. Pero sin duda lo que más le
impresionaba eran sus tristes ojos, sentía dolor por aquel hombre que
aparentaba más edad de la que tenía, y por su aspecto cansado y hundido estimó
que su sufrimiento interior estaba acabando con su vida, y su trabajo
consistiría en recuperarle y guiarle para recomponerle de su estado cata
tónico.
Un
mes antes el Jefe de Policía Manuel Reyes le llamó a su consulta, para que
acudiese urgentemente, un hombre había decidido suicidarse y se había arrojado
por la ventana de un tercer piso. Yacía en el suelo cuando llegaron, no había
conseguido su objetivo, pero las lesiones sufridas en sus piernas y cadera,
probablemente impedirían que volviese a caminar, ese hombre es quien estaba
ahora en su consulta, por algún extraño deseo del destino se había sentido
atraída por él, en el momento que le vio tendido en la calle, sin haber perdido
el conocimiento “pidiendo que le ayudara a morir, que sabía perfectamente lo
que quería, que era consiente de lo que había hecho y que volvería hacerlo en
cuanto se recuperarse”. Sintió rabia, impotencia, su trabajo como médico
siquiatra no era tan rápido como el del médico que lo atendía por las lesiones
sufridas, la mente es más compleja, y solo dependiendo de él mismo habría
alguna posibilidad de recuperación, ella pondría todo su empeño, todo su saber,
y toda su voluntad, pero él parecía no estar por la labor.
Nada más lejos de la realidad, la joven médico siquiatra Ana Hernández según indicaba la placa que prendía el bolsillo de su bata, y que le visitaba a diario tras la larga operación de 11 horas a la que fue sometido, había despertado en él el deseo de volver a vivir, por fin una posibilidad de que su vida tuviese algún sentido se aferraría a ella.
La tercera edad o nuestro triste final
La decrepitud de Isabel, la senectud a sus ochenta y cinco años, impresionó de sobre manera a su cuidador, las risas continuadas de ella, su canto monótono y siempre el mismo.
La
residencia parecía un lugar tétrico para estas personas que solo esperaban la
muerte, es verdad que Isabel no era consiente, su chochez la apartaba de la
realidad, pero en cambio Rosa era consiente de su soledad, del abandono al que
se veía sometida por sus hijos, de su final el cual deseaba en sus tristes
noches donde lloraba abrazada a su almohada. Sin embargo Pedro le tenía
desconcertado con 58 años le parecía el de más fortaleza, energía, resistencia,
lozanía y salud pero su soledad no solo era familiar, sino con los internos
residentes y los cuidadores, ya que nunca nadie iba a visitarle y él no se
abría a nadie de la residencia.
Los
días aburridos, pesados, y grises de la existencia de Isabel, Rosa, Pedro y el
resto de las 10 personas que había en la planta 1ª, comenzaban a las 8 de la
mañana, cuando los enfermeros, pasaban con el termómetro y les tomaban la
temperatura a cada una de ellas, a continuación desfilaban a los baños donde
los cuidadores lavaban a los impedidos. A la 9,30 desayunaban, siempre lo
mismo, leche y galletas, luego pasaban a la salita donde unos veían la
televisión, otros hablaban y otros paseaban por el jardín. A las 14 horas el
almuerzo que era repugnante para la lucida Rosa, feliz para Isabel que siempre
reía y un mero trámite a seguir para llenar la soledad de Pedro. De 17
a 19 horas, las visitas de los familiares hacía que la tarde pasase rápidamente.
La feliz Isabel siempre preguntaba por su hijo y su marido incluso a ellos
mismos, no era conciente de su decadencia. A esas horas Pedro rehuía todo
contacto y se encerraba en su habitación. La nauseabunda cena servida siempre a
20 horas, volvía a Rosa a su amarga realidad, Isabel risueña y feliz comía;
Pedro, se sentaba solo, en una pequeña mesa del comedor, como siguiendo un
rito, y volvía a su cuarto, donde un día aparecería ahorcado con su sábana,
Rosa moría de inanición cuatro meses después de su ingreso, Isabel reía cuando
murió la tarde el día que acaba de cumplir, 86 años.
El cuidador se suicidó con 70 años el día en que sus hijos le comunicaron que le llevarían a una residencia de la tercera edad, ya que ellos no podían atenderle también como estaría allí.
La traición
Por fin terminó la reunión con los accionistas, se sentía cansado tantas cifras se agolpaban en su cabeza que ésta le dolía fuertemente desde hacía una hora, se despidió de todos ellos y se marchó. Se dirigió hasta su despacho situado al final del pasillo justo enfrente de la sala de juntas, y una vez dentro buscó en los cajones de su escritorio una aspirina y tomó del mueble bar una botella de agua tomándose un sorbo tras la pastilla. Se sentó en su sillón retrepándose para atrás y se masajeó las sienes como para aliviar el dolor.
El
teléfono sonó tan bruscamente que casi le hace caerse del sillón del sobresalto
que le produjo, sin ganas pulsó el interfono para comunicarse con su secretaria
quien le dijo que tenía una llamada del Sr. Sánchez; no ahora no por favor dile
que sigo reunido María, le dijo a su secretaria, lo siento Sr. Ramírez, ya sabe
que ha terminado la reunión ha estado hablando con el Sr. Pérez; maldiciendo
cogió el auricular y se dispuso a atender la llamada, si dime Pedro contestó,
-hola Eloy paso a recogerte en 10 minutos quiero enseñarte algo que espero me
des tu opinión profesional-; quiso responderle que no se sentía bien que ya le
llamaría él para quedar más tarde pero ya le había colgado el teléfono. ¡Joder!
siempre me hace igual, se levantó rápidamente se dirigió al lavabo se quitó la
corbata y la camisa y se echó abundante agua en la cara para refrescarse a ver
si se sentía mejor, se frotó con la toalla para secarse, se peinó, cogió una
camisa limpia de un armario que tenía en el despacho junto a la librería y se
puso la corbata, cogió la chaqueta que tenía colgada en la percha y salió dando
un portazo; “no estoy de buen humor se dijo para sí”. Al pasar junto a la mesa
de María le dijo que ya no volvería que comería con el Sr. Sánchez y se tomaría
la tarde libre, para cualquier urgencia que ella no pudiese resolver le llamase
al móvil y se despidió: “Chao María”, “Adiós Sr. Ramírez dijo ella”.
Se
metió en el ascensor y pulsó para bajar se sintió mareado dentro de ese pequeño
habitáculo y estuvo a punto de vomitar, cerró los ojos y se llevó la manos a la
cara como para ocultar su rostro, sintió como un pinchazo en su brazo derecho y
un fortísimo dolor en el pecho se asustó y salió casi corriendo en busca de la
salida a la calle. El frío que hacía, pues era febrero y el día antes
había nevado copiosamente sobre la ciudad, le espabiló y poco a poco fueron
remitiendo tanto el pinchazo como el dolor en el pecho, pero estaba tan
alarmado que decidió llamar a su amigo Carlos, médico especialista en
cardiología para que le hiciera un chequeo, a sus cuarenta y cinco años se
conservaba bien hacía footing todos los días durante 40 minutos y acudía al
gimnasio dos veces por semana con su 180 de altura pesaba 78 kilos físicamente
incluso parecía tener ocho o diez años menos. Ensimismado en sus pensamientos
se asustó cuando sintió a su espalda: “la cartera o la vida”, al volverse y ver
que era su amigo Pedro casi le tira al suelo del empujón que le dio, diciendo
maldito seas me has dado un susto de muerte. Pedro riéndose le cogió del brazo
y le llevaba al coche que había dejado en un parking próximo.
¿Quieres
tomar una cerveza antes?, le dijo, Eloy miró su reloj eran las 13,15 H, y
preguntó ¿tardamos mucho en lo vayamos a ver? Sssssss depende de tu opinión,
pero si quieres tomamos una cerveza hacemos hora para comer y después vamos, o
bien tomamos una cerveza vamos y comemos en algún restaurante haya por allí.
Como quieras dijo sin mucha convicción. Pedro aprovechó la duda de su amigo
Eloy siempre tenía una disposición especial para manejar a su amigo en asuntos
triviales, aunque sabía que siempre era Eloy quien le convencía a él en temas
de importancia. Y tomaron un tentempié en una cafetería cercana. Después se
dirigieron a un aparcamiento bajaron en el ascensor los 3 sótanos y cogieron el
coche que esta aparcado en un aparcamiento privado.
Eloy
interrogó a su amigo ¿que hace tu coche este aparcamiento?, he comprado el
parking ¿cuándo? ¿cómo no me dijiste nada? Bueno es parte de lo que quiero que
veas, el silencio que se produjo entre los dos fue roto por el estruendo que
hizo el motor del coche al acelerar bruscamente y el chirrido de la ruedas al
salir del parking.
Diez
minutos más tarde abandonaban la carretera principal y se adentraban en un
camino de tierra que se acaba frente a una casa grande de construcción antigua,
por su aspecto llevaba años abandonada. Tenía tres plantas y un tejado rojizo
con muchas chimeneas. Su fachada era blanca con ventanas y balcones pintados en
negros. A su alrededor algunos árboles bajo los que crecían geranios y
rosales.
Voy
a comprar esta casa dijo Pedro con delectación y quiero saber qué le parece
señor arquitecto añadió bromeando. Eloy tuvo un mal presentimiento y no
respondió de inmediato cuando lo hizo intentó que su amigo no captase su
impresión. ¿Para qué quieres esta casa, si vives solo y en tu apartamento de 80
metros no encuentras ni la cocina, aquí te perderías?. Gracioso -dijo Pedro-,
ven vamos saludemos al dueño.
De
nuevo sintió el pinzacho en el brazo derecho y el dolor en el pecho, sin duda
algo no le gustaba de aquella casa. No le dio tiempo a salir del coche perdió
el conocimiento cuando abría la puerta. Sufría un infarto de miocardio.
Pedro
ayudado por Jorge, dueño de la casa, llevaron rápidamente el cuerpo inerte de
Eloy al interior de la vivienda, todo estaba previsto, e inmediatamente le
pusieron oxígeno, le dieron aspirina y gliceril trinitrato
(nitroglicerina), y aplicaron técnicas de resucitación
cardiopulmonar, aplicaron morfina para aliviar el dolor y estreptoquinasa que
es un trombolítico para disolver el coagulo. Prepararon la Monitorización
electrocardiográfica. Jorge fue médico de profesión ahora estaba jubilado
y sabía bien lo que hacía, solo cabía esperar que no hubiera ninguna
complicación en las próximas dos horas, si es así sobreviviría.
Ya
no estaba tan seguro de lo estaba haciendo podrían sobrevenir complicaciones y
que lo culpasen de asesinato no estaba en sus planes. Sí, había colaborado con
Pedro y un tal Sr. Pérez al cual no conocía y con el que solo había hablado en
dos ocasiones, siempre fueron conversaciones muy breves: La primera
conversación transcurrió así: -Me ha dicho Pedro que está de acuerdo con
ayudarnos a nuestro plan, le transfiero en este momento 30.000€, el resto se lo
dará Pedro cuando todo esté consumado.- En la segunda le indicó el día y la
hora en que debía encontrarse en su casa. El siempre había respondido musitando
un “de acuerdo”.
Pero
ahora tenía en el salón de su casa una improvisada consulta médica, y sobre la
camilla el cuerpo de un hombre al cual le habían provocado un infarto, él había
asesorado a Pedro que droga tendría que administrarle para que esto sucediese,
y ahí estaba aquel hombre debatiéndose entre la vida y la muerte, ahora tenía
miedo se podría descontrolar la situación e írseles de las manos. Ensimismado
en sus pensamientos y pendiente del monitor electrocardiógrafo, no escuchó la
conversación telefónica de Pedro, de haberlo hecho hubiera temido por su
suerte, pero ésta ya no estaba de su lado pues él era un estorbo una vez se
llevasen a cabo los planes previstos por el Sr. Pérez.
Aquel
médico no iba a permitir que ese hombre muriese por su causa y encima en su
casa, es verdad que ya era un poco tarde para echarse atrás, pero se recordó
cuando ejercía la profesión, era uno de los mejores cardiólogos del Hospital,
respetado y admirado por muchos colegas. La muerte de su esposa le llevó a una
deriva donde el alcohol hizo que acabara su carrera antes de lo previsto, por
su fama consiguió salir de una manera honrosa, nunca aparecía en su expediente
que lo echaron pero a cambio tuvo que jubilarse anticipadamente por depresión
según se hizo constar. Ahora ponía todo su saber y sus cuidados en aquel tipo.
No
conocía a quien yacía en la camilla, todo lo que le había dicho Pedro es que él
y un amigo estarían en su casa sobre las 13,30 H. que estuviera todo preparado
para atenderle que no pensaba dejarle morir aunque le hubiesen inducido el infarto,
solo querían apartarlo momentáneamente y de una forma natural de la empresa que
compartían. Pero una duda asaltaba al médico, el tal Sr. Pérez es quien dirige
toda esta operación, tal vez Pedro desconozca las verdaderas intenciones de ese
sujeto o sea cómplice de él lo que sin duda sería una deslealtad por quien
decía ser su amigo.
Aplicado
en los cuidados del aquel hombre que yacía en la camilla el médico no se
percató de que Pedro empuñaba una pistola y le apuntaba a la cabeza, el primer
proyectil rozó su oreja derecha, y un segundo disparo golpeó su pecho cayendo
al suelo, la sangre que manaba de la herida de la oreja hizo creer a Pedro que
todo estaba consumado, salió corriendo de la casa en dirección a su coche y se
alejó rápidamente de ese lugar.
El
médico tendido en el suelo intentó incorporarse se llevó la mano derecha a su
oreja que había sido desgarrada por la bala no era nada grave necesitaría
puntos de sutura, el estetoscopio le había salvado la vida, al tener metido en
el bolsillo de la bata la campana del mismo, la bala había impactado en ella
destrozando el aparato, pero no había conseguido traspasarlo.
María
no entendía que hacía allí la policía, preguntaban por el Sr. Eloy Ramírez, su
jefe, al que nunca le habían puesto ni una multa de tráfico en los doce años
que llevaba trabajando para él y ahora traían una orden judicial para registrar
su despacho y llevárselo a comisaría a declarar sobre un presunto delito. -Dijo
que no estaba que se marchó un poco antes a comer y que por la tarde dejo dicho
que no volvería, si querían podría llamarle al móvil.- Hágalo le ordenó uno de
los policías que parecía ser el de más rango.-
Aunque
estuvo llamando reiteradamente durante varios minutos ninguna de las cinco
llamadas realizadas obtuvo respuesta. Así pues los policías pasaron al despacho
rebuscaron en cajones y archivos y rápidamente encontraron lo que buscaban unos
documentos que incriminaba a Eloy. Inmediatamente dieron la orden de busca y
captura. Al salir y pasar junto a María le dijeron que ya no se pusiese en
contacto con él que estaba acusado de un delito y que ella podría ser culpada
de obstrucción a la justicia si le avisaba.
Llamó
al Sr. Pérez que era el socio de Eloy para informarle de lo ocurrido, estaba
reunido en su despacho con un importante cliente y antes no quiso molestarle
pero lo acontecimientos se desbordaban y ella se veía impotente. Cuando terminó
de informar al Sr. Pérez, lloraba desconsoladamente por lo que pudiera
sucederle a Eloy, si, amaba a este hombre aunque nunca se había atrevido a
descubrir sus sentimientos, ahora toda esta presión la excedía.
El
Sr. Pérez dio por concluida la reunión con el cliente, -lo siento Sr. Muñoz es
un asunto grave ajeno al despacho que debo atender, le llamaré y quedamos para
concretar otro día de acuerdo.- Se levantó de su sillón y extendiendo su mano
derecha para estrechar la de su interlocutor dando por terminada la reunión. Y
añadió cierre la puerta al salir si es tan amable.
Ya
solo en su despacho, se frotó las manos y dijo para sí, todo está saliendo
según lo previsto, claro que no contaba que la moralidad del jubilado doctor
que atendía a socio iba a truncarle todos sus planes.
Todo
había sido una maquinación para culpar Eloy, Daniel Pérez Martínez su socio en
el gabinete de arquitectura y su amigo de la infancia Pedro Sánchez Pozo, eran
únicos herederos de la inmensa fortuna que Eloy poseía. Los documentos
colocados en su despacho y que la policía descubría tras una llamada anónima
inculpaban a Eloy de estafa, apropiación indebida y falsedad en documento
público pero en realidad todo había sido obra de su socio, quien incluso en las
transacciones comerciales realizadas para este fin se hizo pasar por
Eloy. Pedro su amigo de la infancia era un tarambana que había dilapidado
toda la herencia de sus padres en el juego y las mujeres, aunque este detalle
era desconocido ya que siempre alardeaba de sus posesiones inmobiliarias que si
bien habían sido habían muchas y cuantiosas, habían desaparecido en los últimos
cinco años.
El
Inspector Sancho Reyes, que horas antes había estado en el despacho de Eloy
ahora contemplaba el cadáver de éste sobre la camilla, en el salón de la
desvencijada casa. El doctor sentado en el suelo en un rincón con una pistola
sobre su sien izquierda relataba lo ocurrido, no había conseguido tras una
complicación surgida hacer nada por salvarle la vida y ahora sabedor de su
implicación no veía otra salida, él mismo había avisado a la policía, habló de
cómo se había implicado y describió al hombre que había traído a Eloy y de la
conversación mantenida con un tal Sr. Sánchez. Dicho esto disparó el arma y
murió en el acto.
Horas
más tarde el Sr. Sánchez y el Sr. Pérez ajenos a los últimos acontecimientos,
bridaban con champán junto a unas prostitutas en el “Club la Sirena” donde
serían detenidos.
María la secretaria, de Eloy, ultimaba los preparativos para el sepelio de su jefe, sabedora de que en breve sería una mujer inmensamente rica, ella había inducido a que se creyeran Daniel y Pedro que los herederos eran ellos, sabedora de la codicia de Daniel y de la situación paupérrima económica de este último, nunca pensó que estos maquinaran tan rápidamente el fin de éste. En su poder un documento firmado junto con otros de los muchos que solía presentarle para la firma a Eloy la declaraba heredera universal a ella.
La última noche juntos
Fue
como una premonición, y sintió una gran tristeza, había decidido ir a casa a
ducharse y cambiarse de ropa aunque diariamente lo hacía en el mismo hospital,
necesitaba pasar por casa ya llevaba una semana que no salía de la habitación.
Se dio toda la prisa que pudo pero cuando llegó encontró la puerta cerrada y
los acompañantes del usuario de la otra cama afuera, se acercó Juana la hija
del enfermo compañero de habitación de su marido que se había hecho cargo de
asistirle mientras iba a casa, le dijo que había tenido que llamar a las
enfermeras ya que lo vio agobiado. No pudo reprimirse y pasó a la habitación,
aunque una enfermera intentó que no pasara lo hizo sin mucha convicción ya que
vio que era su mujer, Pedro yacía en la cama y aunque estaban intentando
reanimarle ya era un milagro que saliese de ese estado. Se acercó a él le
besó en la frente, y cogiendo sus manos entre las suyas le dijo te quiero, le
pareció ver una leve sonrisa en su rosto que ya presentaba síntomas de rigidez
por la proximidad de la muerte, él abrió en un último esfuerzo su boca para
responderle que también pero solo fue para expirar.
Quiso
quedarse allí presente, mientras amortajaban el cuerpo de su marido, ella
estaba en un estado catatónico le sumía una gran tristeza que le inmovilizaba
no era consciente de lo que le había tocado vivir. Llamó a su hijo que se
encontraba trabajando en otra ciudad, obviamente no pudo o no quiso hacerle
sufrir en demasía y solo que dijo que viniera que ya era irreversible su
estado.
Llamó
a sus cuñados y sus hermanos para decirle que ya había sucedido, solo cuando
llegó su hermana pequeña por la cual sentía un gran cariño y a la que más unida
estaba, y se fundieron en un abrazo, se sintió reconfortada y cayó en la cuenta
de que había que llamar a la funeraria y proceder a preparar todo para el
sepelio.
La
llegada de su hijo le quitó un peso de encima, siempre temía la maldita
carretera, y ya tenía por hoy bastante preocupación.
En
el tanatorio, a través de la mampara miraba absorta el cuerpo de su marido, le
satisfizo ver dibujada en la cara de su marido la mueca de sonrisa que creyó
ver en los momentos finales de la vida de éste.
A
las dos de la madrugada solo los más allegados quedaban en el tanatorio por lo
que dispusieron de ir a casa a descansar.
En casa no se sintió sola, y le pareció oír la voz de él con una de su ironías de las que hacía gala, -¿qué le has echado ya el ojo al sustituto?- ¿sabes que dicen que en el duelo se conoce al que será el futuro o la futura sustituta?, no supo si reír o ponerse a gritar pero la voz era cálida y no había reproche o enfado era como si quisiera sacarle una sonrisa. Sintió música pero no provenía de ningún aparato de casa, ¿quieres bailar le preguntó?, ¿pero si tú no sabes y nunca te ha gustado? Respondió, sintió un calor en su cintura y su mano derecha como si la estuviese cogiendo para bailar, al mismo tiempo que se balanceaba su cuerpo al compás de la música, se vio en el espejo de su vestidor, le resultó cómica la figura como si estuviera bailando pero sin acompañante, pensó me estoy volviendo loca. Sintió calor en su labios, era como si hubiese sido besada pero le invadió una felicidad, el agradable olor que siempre le inspiraba su marido y que flotaban en la habitación, la calidez del beso estaba segura de que era él. En el reloj de la mesita de noche veía pasar las horas, estaban bailando, era una locura, su locura, pero era una sensación agradable, no estaba cansada era sorprendente lo que estaba viviendo. Sonó el despertador como siempre a las 7,15 minutos, le costó trabajo saber dónde estaba, todo había sido un sueño, no, la cama estaba hecha, ella estaba vestida, y se encontraba frente al vestidor, al cual al dirigir su mirada vio junto a ella una figura nebulosa que desaparecía mientras claramente oía TE QUIERO.
Era
un lugar misterioso, mágico, temido también por aquellos que se acercaban hasta
la verja que daba acceso al castillo, decían que sus inquilinos eran mujeres de
caras pálidas ojeras profundas nadie las veía por el pueblo que por cierto
distaba a unos ocho kilómetros de distancia pero tampoco veían entrar o salir a
nadie de ese lugar se preguntaban cómo sobrevivían de donde se proveían de los
víveres necesarios para subsistir, se decía que solo se dejaban ver la noche de
difuntos si eras lo suficientemente valiente como para subir a la colina donde
estaba ese recinto, pero Manuel el viejo pastor que toda su vida había estado
por los alrededores pastando con su ovejas es quien había descrito con
exactitud a las ocupantes de ese fortín.
Jamás
llegó a verlas durante el día o por la noche salvo la noche de difuntos, y
durante los sesenta años que estuvo pastoreando así había sido, la primera vez,
era solo un crío de no más doce o trece años había caído la noche ya que cada
vez anochecía más temprano y pasaba con su rebaño para recoger la ovejas, no le
gusta pasar por allí le daba repelús aquel lugar por lo que por nunca intentó
explorarlo, se sentía como observado cuando estaba cerca, pero nunca había
visto a nadie, por eso aquella noche le sorprendió que hubiera una hoguera
encendida cerca del alcázar y vio como desfilaban como en una procesión un
grupo de personas con túnicas largas y oscuras y con la capucha puesta tapando
la cabeza, se quedó paralizado por eso no se pudo explicar cómo había llegado
hasta la verja aquella figura que describiría como la de una mujer de cara muy
pálida ojeras muy profundas, oyó claramente como le decía: -aléjate- de aquí y
desapareció de su vista.
Tal fue el pavor que el chiquillo echó a correr sin preocuparse del ganado, llegó a casa llorando y temblando de miedo, su madre le preguntó ¿qué ocurre? pero él era incapaz de articular palabra ninguna, de echo estuvo durante unos meses que no hablaba y cuando lo hizo tartamudeaba con una lentitud desesperante, no fue hasta pasados unos años siendo ya un adolescente cuando una noche de difuntos quiso retrasar recoger su ganado y volver a pasar para enfrentarse a sus temores y superar su trauma.
El miedo paralizaba todos sus músculos y al igual que la primera vez, vio una hoguera como salían de la torre un cortejo en procesión de encapuchados de túnica larga y negra estaba atento a lo que ocurriera a su alrededor esta vez sí se percató de la presencia de la figura que había llegado hasta la verja no caminaba se deslizaba velozmente sin tocar el suelo vio claramente de nuevo la cara pálida y las ojeras profunda de una mujer, aguantó la mirada durante más de un minuto, ¿quiénes sois? se atrevió a preguntar tartamudeando, no tuvo respuesta, solo oyó lo que le dijo alargándole un cuenco humeante que atravesó la reja siendo metafísicamente imposible por el poco espacio entre los barrotes, tomate este brebaje para curarte esa disfemia y cogiéndolo entre sus manos la mujer desapareció para unirse con las figuras que estaban en torno a la hoguera.
Tomó el brebaje que francamente no sabía mal y cuando apuró hasta la última gota el cuenco desapareció de sus manos, temió haber cometido un error por haberlo tomado, pero cuando se maldijo por haberlo hecho se dio cuenta de que ya no tartamudeaba, no tenía miedo pero tenía claro que jamás entraría en ese lugar donde sin duda se estaba celebrando un acto de brujería.
Los gemelos
La tarde fría y lluviosa no invitaba a salir. Juan decidió quedarse en su casa. Cogió una película de un estante del mueble del salón; ya la había visto, pero recordaba que le había gustado, por lo que sin duda pasaría un buen rato,durante las dos horas que duraba.
Encendió
el lector, y con el mando pulsó la tecla open/close, y se
abrió el compartimiento del disco, colocó el
Dvd, y volvió a usar la misma tecla
hats que se cerró, pulsó una tecla del mando del
televisor hasta que en la pantalla comenzó a verse el
comienzo de la película.
Se
acomodó en su sillón orejero, junto a
la mesa estufa, conectó el brasero eléctrico
y se tapó con las enagüillas; no habrían pasado 10
minutos cuando un grito aterrador que provenía del rellano de
la escalera le sobresaltó.
Se
levantó rápidamente y corrió hacía la puerta,
no pensó que podría ponerse en peligro, y salió a fuera para
ver que ocurría.
Todo
parecía normal. Bajó al rellano de abajo, recorrió todos los
rellanos e incluso subió a la terraza, nadie
parecía haber oído nada, pues él
solo, estaba como un loco buscando a la persona que había emitido el
grito. ¡Quizás me he quedado dormido y lo he soñado! - pensó,-
así que se metió en su piso, cerró la puerta y volvió al salón.
No
habría hecho más que sentarse, cuando de nuevo un
alarido igual que antes proveniente del
mismo sitio y con la misma angustia, -sin duda de una mujer que
estaba siendo atacada-.
Saltó
con mayor rapidez que antes y en tan solo
cinco segundos ya estaba en el rellano de
la escalera, de nuevo no había nadie ni parecía
que alguien lo hubiese oído, igual que
anteriormente recorrió todo el bloque de arriba
abajo, incluso escuchó a través de las puertas de
algunos pisos, pero todo normal. Una madre que reñía a su hijo
porque éste no hacía los deberes. Un matrimonio que discutían por el
lugar donde pasarían las vacaciones. Una vieja que lloraba su
soledad, con otra vecina, porque sus hijos no iban
a verla. Pero en ningún caso nadie
emitiría un grito tan aterrador por algo tan
normal.
Volvió
a su casa; desde luego ya no sabía cómo iba la película, así
que cogió el mando del reproductor para retrocederla hasta donde
pudiera seguirle el argumento, se acomodó en su sillón y se quedó
dormido.
El
sonido del teléfono le despertó, y al descolgarlo la voz de su
madre al otro lado, muy excitada y llorando, le preocupó
enormemente. ¿Qué te ocurre mamá?; ¿que te
ocurre?; tu – tu – tu hermana está en el
hospital herida gravemente, ha sido atacada
por un loco en el rellano de su escalera.
Voy enseguida dijo sorprendido.
Colgó
el teléfono y se llevó las manos a la cara de adelante hacia
atrás. Su hermana gemela de alguna forma le había
comunicado que estaba siendo atacada; lo asombroso es que estaba en otra
ciudad a más de 300 Km.
En
el coche, camino hacia la casa de su madre, pensó que sin
duda no le creerían si contase lo que le había sucedido, así que ponderó
que no lo diría, pero no hacía más que darle vueltas y
se preguntaba que significaba esto y como era posible.
Intentó
poner en orden sus ideas, había oído hablar de que estos
casos se solían producir entre gemelos. Se
concentró debía relajarse e intentar comunicarse
con su hermana para saber cómo se encontraba, pero una
gran tristeza le invadía y no
sabía porque. Pensaba en cómo podía
haberla socorrido, pero no encontraba el modo ya que era materialmente
imposible. De pronto una luz cegadora le deslumbró, un
camión, cuyo conductor se había dormido invadió su carril y chocó
frontalmente con su pequeño coche, y murió en el acto.
A esa misma hora su hermana fallecía en el hospital. Los médicos que la atendían de heridas sufridas por arma blanca no pudieron hacer nada por salvar su vida.
Milagro en Navidad
Aterida de frío, empujando un herrumbroso carrito de compra que contenía todas sus pertenencias, que no eran mas que una manta, una muda de ropa interior, una pequeña almohada, un hornillo de gas pequeño de camping, un plato hondo de latón bastante abollado, un cubierto (cuchara grande, cuchara pequeña, tenedor y cuchillo pequeño de cocina), una cacerola tamaño medio con tapa color marrón oscuro, dos o tres latas de comida preparada, una botella de agua y un par de manzanas. Iba de un lado para otro de la larga calle esquivando a la multitud de gente que pasaba a su lado y ni la miraban o si lo hacían eran con desprecio por su aspecto. Aunque procuraba ir siembre aseada, llevaba 15 años viviendo en la calle había envejecido más rápidamente que en condiciones normales. Desde que comenzara a llover en septiembre hasta ahora, no había parado la humedad le calaba los huesos, lo que la obligaba a ponerse toda la ropa que tenía, aunque tampoco era mucha una camisa de manga larga, un jersey de cuello, dos chaquetas una de tela y otra de pana, dos pantalones de pana y un abrigo largo como de dos o tres tallas superior a la de ella. También dos pares de guantes de lana, dos pares de calcetines negros y unas botas con cordones y suela de goma como la que llevan los militares.
La
gente que pasaba a su lado, unos cantaban villancicos, otros bromeaban, otros
hacían planes para estos días de vacaciones que la Navidad les
permitía, para ella era otro día igual. Hoy 24 de diciembre, más pronto que
otros días habría menos gente en la calle, ya que estarían en casa cenando,
ella no sabía donde refugiarse esta fría noche, la vieja y abandonada casa
donde lo había estado haciendo en los últimos meses había sido derruida esta
mañana.
Así
pues; iba cavilando intentando recodar algún sitio donde pudiera dirigirse, el
parque ahora en invierno era muy húmedo, la abandonada estación de RENFE era un
sitio muy peligroso pues solo había prostitutas y drogadictos, ya había tenido
un encontronazo con una pandilla de ellos que la intentaron rociar gasolina y
meterle fuego, a Dios gracias tenía un sueño ligero y pudo salir corriendo
antes que los vándalos siquiera hiciesen por cogerla. Allí se quedaron y
quemaron las pertenencias que tenía, y que en su precipitada huida no puedo
recoger.
La
soledad y la tristeza de ella era desapercibida, apagada quizás, las
luces multicolores del alumbrado de Navidad, tanto de la calle como de los
escaparates de las tiendas cada cual más llamativo con el objeto de cumplir su
cometido que la gente acudiese atraída por el mismo a realizar sus compras,
hacía que ella solo pareciese una sombra proyectada por las luces, con el revez
de mano disimuladamente secaba las lágrimas que corrían por sus mejillas, estas
fiestas una vez más la sumían una gran tristeza.
Al
pasar junto al Nacimiento que el Ayuntamiento había instalado se detuvo, como
recogiéndose interiormente se presinó y rezó un Padrenuestro y un Avemaría,
hizo un guiño de complicidad a la Virgen como diciéndole “tú también
has padecido no tener donde cobijarte aunque tu estado era más grave pues
tenías que dar a luz, el establo junto a los animales fue tu cobijo”, madre mía,
madre mía porque seguir viviendo -pensó.
Reparó
entonces que junto al pesebre habían construido un albergue, en el cual se
hallaba una figura de pastor casi de tamaño natural con objeto de protegerla
del temporal, pensó que podría pasar la noche allí casi oculta detrás de la
figura. Sólo tendría que esperar más tarde cuando la calle estuviera casi
desierta y procurar que nadie la viese entrar.
Se
sintió aliviada podría pasar allí la noche, Nochebuena, junto al
portalico, la Virgen San José y el Niño mirando al cielo dio gracias
a Dios y su tristeza fue apagándose a medida que veía más cerca su posibilidad,
ya que cada vez había menos gente en la calle. Tal era su perceptible alegría
que intentó tararear un villancico compuesto para la ocasión “Nochebuena junto
al portalico, la Virgen San José y el Niño, Nochebuena de amor, de
esperanza e ilusión, Nochebuena junto al portalico, la Virgen, San José y
el Niño”.
Hacía
un rato que no pasaba nadie, ahora debo intentarlo pensó, así lo hizo y
arropándose con la manta se tumbó el suelo que estaba cubierto de pajas. Tras
la figura del pastor que apenas era visible, rápidamente se quedó dormida. No
podría precisar cuanto tiempo pasó, pero se despertó sobresaltada cuando oyó
las voces que indudablemente iban dirigidas a ella; -“¿quien hay ahí?, ¡salga
inmediatamente!. Le costó esfuerzo levantarse del suelo la paja, el que no le
cállese el rocío, la manta, todo habría influido y sentía sus huesos
calientitos, no tenía frío. Vio que eran dos policías los que estaban frente
al Portal y tímidamente les saludó; -buenas noches dijo-. Cuando estuvo junto a
ellos intentó explicarse, pero uno de ellos la zarandeó y cogiéndola de un
brazo le dijo bruscamente “hoy vas a dormir en el calabozo”, el otro reprendió
el comportamiento de su compañero y dijo: -Juan vale, deja que se explique.
-No
hay nada que explicar David,- dijo Juan no ves ese carrito, ésta es una
vagabunda que se ha creído que esto es un hotel. -Por favor Juan no te burles
de ella. David estaba conmovido, la señora que veía desvalida le había
recordado a su madre que hacía dos meses que había fallecido, y sintió el deseo
de ayudarla si se lo permitía. -¿Cómo se llama señora? preguntó. Casi
susurrando contestó, -me llamo Elena.- Mire si le parece dentro de cinco minutos
acabo el servicio acompáñeme a Comisaría y después vendrá si quiere a mi casa
con mi mujer y mi hija a pasar esta noche, dispongo de una habitación de
invitados, mañana ya veremos. ¿Estás loco David? -dijo Juan, vas a meter a una
desconocida en tu casa esta Nochebuena. David miró a Juan casi con compasión y
pensó que no valía la pena contestarle.
A
Elena las lágrimas le corrían por las mejillas, interiormente se sentía feliz y
en su cabeza el villancico que tarareó antes repetía así: “Nochebuena de amor,
de esperanza e ilusión, Nochebuena junto al portalico, la Virgen
San José y el Niño”. Cogió su carro y caminando en medio de David y Juan
se dirigieron a comisaría. Una vez allí David se apresuró a cambiarse de ropa y
despidiéndose de sus compañeros ofreció su brazo a Elena y cogiendo él el
carrito, salieron de comisaría en dirección a su casa.
A
tan solo 400 metros se encontraba la casa de David, así que rápidamente se
encontraron en el portal de la casa. Abrió la puerta y llamó a su mujer e hija,
(Laura, Alejandra), la pequeña Alejandra corrió a abrazar a su papá que
agachado la esperaba con los brazos abiertos, incorporándose con su hija en
brazos besó a su esposa e inmediatamente presentó a Elena. -¿Qué te parece que
cene con nosotros y pase esta noche aquí? ¡no tiene donde pasar la noche!. Muy
bien, nos gustará compartir nuestra cena con Vd.
Durante
la cena Elena se sintió querida, respetada, amada, la verdad que eran
encantadores sus anfitriones y la pequeña había salido a los dos. Cuando sintió
deseos de retirarse a descansar ambos la acompañaron a su habitación donde le
mostraron ropa que podía usar y el baño contiguo para sus necesidades y aseo,
deseándole buenas noches la dejaron en la habitación cerrando la puerta tras
ellos.
A
la mañana siguiente se despertó, al principio estaba confusa creía que todo
había sido un sueño, pero cuando pudo comprobar que estaba acostada en una
cama, que lo que veía era una habitación gustosamente decorada, se sobresaltó y
dio gracias a Dios por lo bueno que le había sucedido. Pasó al baño donde se
duchó. Y se vistió.
Salió
de la habitación, en el pasillo la pequeña Alejandra se acercó y cogiéndola de
la mano la llevó al comedor. Ya en el comedor la pequeña se dispuso a tocar el
piano, la niña quería que la oyese tocar un villancico que había aprendido en
su clase de piano. Cuando empezaron a sonar los primeros compases Elena no pudo
evitar llevar sus manos al teclado y junto a la niña tocar la pieza que no era
otra que el popular villancico “Campanas de Belén”. Desde la cocina los padres
oían que el piano sonaba celestialmente, no podía ser la pequeña Alejandra,
además ésta se había quedado boquiabierta y había dejado de tocar cuando Elena
posó de una manera maravillosa las manos al teclado y empezó a sonar el villancico.
Elena
contó que había sido una gran pianista en otro tiempo cuando vivía con su
esposo que era músico, pero la repentina muerte de éste la había sumido en una
gran depresión y la había arrastrado a la ruina y la miseria en la cual se
encontraba. David le propuso: tú enseñas a mi hija a tocar el piano y aquí
tienes un techo y comida, además seguro que tendrás más alumnas y por supuesto,
nosotros te querremos como a la madre que echamos de menos y para la pequeña
serás como la abuela que recuerda.
De nuevo en el piano compuso para la ocasión un villancico que sonó espléndido “Nochebuena junto al portalico, la Virgen San José y el Niño, Nochebuena de amor, de esperanza e ilusión, Nochebuena junto al portalico, la Virgen, San José y el Niño. Van tocando zambombas, cantándole coplas al Niño de Dios, en una noche muy fría una estrella nos guía y junto al portalico, la Virgen San José y el Niño, van tocando zambombas, cantándole coplas al Niño de Dios”.
Semanario de un parado
Lunes:La
muerte es el final feliz de una persona que no puede aguantar más atado a una
vida que se le escapa en sufrimiento.
La
muerte oscila hoy en mi cabeza, la vida poco sabor me deja, no tengo porque
aguantar más aquí atado, inmóvil.
Martes:
Los
días cada vez son más amargos, es hora de escapar, los recuerdos de un pasado
que fue mejor, un futuro oscuro, gris, que no atisba un rayo de luz.
¿Dónde
queda la esperanza?, los sueños se desvanecen y mi realidad es como una puerta
que no puedo abrir, haciéndome sentir tan solo y gris.
Miércoles:
En
mi lucidez quiero ser fuerte quiero vivir, pero esto no es vivir sino sufrir,
agonía larga, penosa y dolorosa que algunos llama vida.
No
hubiera tenido problemas de no haber sido porque estalló una inesperada crisis.
Pero en el desorden general, siempre la sufrimos los mismos.
Jueves:
Tengo
tiempo de hacer conjeturas porque ahora he extraviado el sueño Todo lo que
me ha de ocurrir en el resto del día lo sé. Cada matiz. Cada respuesta. Todo.
Lo sé. Sé lo que me habrá de ocurrir despierto porque lo sueño por anticipado.
Y haré tal y cual, y después aquello y esto, y eso otro que conozco de
antemano. Tal vez es una desgracia, ya que es como enfermedad incurable.
Viernes:
Creo
estar tan asustado, no tengo voz. Grito en mi desesperación y tapo mi cara
con mis manos ocultando mis ojos lagrimosos. Quiero abrirlos para que me
vean sonreír, si he de ser fuerte si quiero vivir.
La
semana llega a su fin. Mi cara se ilumina como una mañana de verano y
me aletea el corazón.
Sábado:
La
mirada baja, un poco perdida, quizá recordando con nostalgia. ¡O quizá no!
¡Quizá soñando lo que me estoy perdiendo!. Atrás quedaban los fines de semana
donde solía conocer lugares de recreo.
Ahora
solo los recuerdos me llevan a pasear por esos territorios. La memoria me trae
pesadumbre.
Domingo:
Me
siento muy erguido sobre mi silla, observo, y pienso inspiró
profundamente y comenzó a escribir. Estoy loco, casi loco, sé que a los locos
no nos toman en serio, me masajeó las sienes como para aliviar
el incipiente dolor de cabeza que noto.
Llaman a la puerta, con desgana dejo el bolígrafo sobre la mesa y me apresuro abrir. Sé que mañana pondré punto y final. “La muerte es el final feliz ……………….”
Soñando su destino
Cuando
abrió la puerta de dormitorio pensó que era una muñeca hinchable lo que había
sobre la cama, cuando se aproximó hasta ella comprobó con estupor que era
el cuerpo momificado de una persona. La arcada que le sobrevino casi le hace
vomitar, por un momento se sintió mareado y pensó que se desplomaría. Confuso salió
de la habitación que estaba en penumbra no había luz eléctrica en la casa ya
que aún no había solicitado el enganche, hacía solo 48 horas que había comprado
la finca, había dado una señal y se había desplazado de su ciudad que estaba a
100 Km. Hasta el pequeño pueblo donde estaba la hacienda, la llave se la había
enviado la inmobiliaria por Seur, había quedado en que iría ver su posesión e
inmediatamente pasaría por las oficinas para formalizar el contrato. La oferta
de compra que había visto en internet era tentadora, 5 hectáreas de
terreno, con luz y agua, y hasta pozo propio, con un pequeño palacete
construido en el siglo XVIII de 400 metros cuadrados, bastante bien conservado,
según ponía en el anuncio y se comprobaba por las diferentes fotos de exteriores
que habían colgado en la red.
La
verdad, es que el aspecto exterior estaba bien conservado, con una mano de
pintura nada más quedaría impecable y lo que había visto hasta ahora del
interior. La parte de abajo también mantenía una vista más que notable, en la
parte de arriba donde estaban los dormitorios y los baños, ya que tenía 5 baños
cuatro arriba y uno abajo, su conservación también era notoria.
Pero
ese cadáver sobre una majestuosa cama que debía ser Luis XV, por su refinado
estilo combinando elegante diseño con un bello color y fantástico adorno,
supondría un problema en la compra de inmueble. Cayó entonces en la cuenta de
que toda casa estaba sin ningún mueble, y solo esa habitación, estaba
amueblada incluso con fastuosos cortinajes en la ventana, así como una
magnifica alfombra que más tarde descubría que era persa y databa del siglo XV,
superando el valor de la misma el importe que pagaría por toda la hacienda.
Aturdido,
sacó su móvil del bolsillo de la chaqueta y llamó al 112 para comunicar a la
policía su hallazgo, indicó donde se ubicada e inmediatamente hizo otras
llamadas a su abogado y a la inmobiliaria.
Mientras
esperaba la llegada de la policía, conectó su portátil a internet a través del
móvil y estuvo buscando información de antiguos propietarios, solo halló que la
propiedad fue donada a D. Pedro Ruiz de la Barca en pago por unas deudas de
juego en la segunda mitad del siglo XIX, habiendo permanecido inhabitada desde
ese momento. Ya que el nuevo propietario no llegó ni a pisar la finca. D.
Pedro al salir de la notaría para recoger las escrituras de su nueva
pertenencia fue tiroteado por un encapuchado que no pudo ser identificado. Se
pensó en D. Jaime del Río Albornoz, el desafortunado jugador que había perdido
la finca, pero éste apareció ahorcado en la habitación de un prostíbulo la
mañana anterior al asesinato, habiéndose ahorcado mientras la meretriz que le
acompañaba dormía.
Se
despertó sobre saltado todo había sido un sueño, su propio vomito casi lo ahoga
pero recordaba todos estos datos una precisión meridiana sobre todo porque en
los últimos meses éste sueño se repetía constantemente.
Le llevó toda la mañana buscar en internet una finca de esas características que estuviese en venta, sorprendentemente encontró una propiedad que reunía todas ellas, e hizo todas las gestiones para su compra. Cuando le entregaron la llave que la inmobiliaria le hizo llegar por mensajería al depositarla en su mano la visión que tuvo le hizo creer que se estaba volviendo loco, era él el cuerpo momificado que yacía en la cama. Decidido a buscar todas las respuestas no pensó que solo iba al encuentro de su destino.
Todo tenemos un precio
Sí,
todo el mundo tiene un precio dijo Santiago.
Serán
sus valores los que le hacen pensar así. No son los míos y por tanto aunque
pueda subir el listón todo lo alto que quiera no va haber dinero suficiente
para que me pueda comprar.
Tendré
que conocer su precio pero no tenga la menor duda de que claudicará
Vaya
se cree que es el ombligo el mundo solo porque tiene a mucha gente que le adula
tan solo porque les da unos euros más de los que se ganan. Si, a usted le hace
gracia ver como unos conversan de los otros, consiente que se traicionen solo
para divertirse de ellos.
Si
es cierto, es divertido como unos me hablan mal de otros solo por unos cuantos
euros de más en su sobre semanal.
Pero
sabe que unos exageran y hasta mienten, mendigan unos euros.
Si,
está claro que desconocen su precio, pero tú eres un hueso duro de roer, ¿me
quieres hacer ver que no te vendes?, ¿o solo pretendes engañarme para que te
valore más?.
Crea
lo que quiera, pero está perdiendo el tiempo, así que le aconsejo que me olvide
esta conversación no la hemos tenido.
Maldita
sea, serán dos millones de euros.
Tanto,
no me haga reír, dudo que con lo avaro que es me los diera, pero sigo
reiterándole que no.
Estas
jugando conmigo, crees que voy a seguir subastando, me dejas una opción que no
te va gustar nada, se dónde vives, quienes son tus hijos, tu esposa, tus
hermanos, tus padres.
Javier
sintió miedo, por nada del mundo se vendería pero la amenaza sobre su familia
fue un golpe bajo lo tenía acorralado.
Solo
tienes hasta mañana para pensarlo, pero una cosa más, lo harás gratis creo que
ya se tu precio.
Salió dando un fuerte portazo estaba en una encrucijada, pero tenía claro que no haría lo que le había propuesto Santiago así como tampoco podría en peligro su familia, descubría la forma de deshacerse de Santiago lo que le llevaría a hacer algo que ni hubiera imaginado que haría, se preguntó cuál sería el coste.
Triste final
De nuevo la soledad, de su frío cuarto, en aquella paupérrima pensión le deprimía, se preguntaba cómo había acabado así, él, que llegó a lo más alto, directivo de una importante empresa de los EEU. con sede aquí en España, codeándose con lo más granado de la sociedad española, políticos, empresarios y grandes nombres. Ahora, olvidado, relegado a pedir unas limosnas que le daban lo justo para pagar la pensión y una comida al día, el almuerzo. El desayuno no todos los días podía tomarlo, a veces conseguía que algún alma caritativa le pagase un café, la cena solo consistía en el pan que guardaba del almuerzo, con suerte un día que otro conseguía un trozo de queso para acompañar al pan.
Él, que hablaba cuatro idiomas, castellano, francés, inglés y alemán, a veces murmuraba solo, comenzaba con uno cualquiera de ellos, e iba respondiéndose en los restantes, así ejercitaba su mente, para no olvidarlos, para refrescarlos. El verano era cuando mejor se encontraba, obtenía algunos euros extras de traductor de los turistas que visitaban su ciudad. Entonces se sentía feliz, no ya por el alivio económico sino porque se sentía útil, se sentía persona y como tal quería seguir sintiéndose.
Procuraba no beber aún cuando tenía más posibilidades de hacerlo, no recordaba como poco a poco fue cayendo en el abismo, la bebida, el consumo de cocaína y otros estupefacientes, le habían colocado en la situación que ahora se encontraba. Hizo un esfuerzo por liberarse de estas drogas que le consumieron. También físicamente, pues había adelgazado 30 kg. convirtiéndose en un esqueleto andante, con sus 180 cm de estatura, solo pesaba 42 kg., de aquel apuesto joven solo quedaba una sombra enjuta y encorvada.
La lluvia golpeando los cristales de la minúscula ventana, era un canto monótono, para él era como una voz que le susurraba, que así no podía continuar, el día gris le indicaba que en su vida apagada ya no volvería a ver jamás la luz de otra época anterior. Se tapaba los oídos como para no escucharla, pero sabía que no era el golpear la lluvia en los cristales lo que le incordiaba, era la voz que sonaba cada vez más fuerte en su cabeza, no podía acallarla, giró sobre sí mismo, se tumbó en la cama, con las manos pegadas a sus oídos fuertemente, quiso gritar pero no tenía fuerzas, todo era superior a él.
Que día más aciago, no quiso salir de la habitación, si lo hubiera hecho, al pasar por recepción, le habrían comunicado que había una carta para él, era de una importante empresa, ¡Que diferente podría haber sido todo!
Ahora no importaba nada. Si le entrevistarían para un puesto de director ejecutivo, pero él había decido acabar con todo, tres horas más tarde, lo encontraría la limpiadora ahorcado, colgado de la lámpara de su cuarto.
Un beso su suerte
“No
sé por dónde empezar, la verdad es que no soy el que debería ser, ni tan
siquiera soy quien quisiera ser, aunque lo peor es que ni siquiera soy quien
dicen que soy, por supuesto no soy quien hubiera querido mis padres que fuese,
siendo así. ¿Quién soy? Si ni yo mismo me reconozco.
A
veces pienso que yo soy así, -solo soy yo-, pero ¿qué me podría haber hecho
diferente?, ¿donde erré para no ser como hubiesen querido mis padres?. ¿Qué
hice para que crean que soy como dicen que soy?, ¿Qué obvie para no ser como
quisiera ser?. ¿Por qué me he convertido en lo soy y no en lo que debiera ser?
He
de darme cuenta de la profunda inmensidad de mi abandono, necesito navegar
inocente en mis mentiras para creerme que soy lo que soy sin ser lo que digo
que soy. Sin querer saber que vivo un cuento dentro de mí propio cuento.
Camino
por mi camino, donde yo me encuentro, me escucho, me hablo, me absorbo en mis
pensamientos, ¿por qué tantos obstáculos entre mis objetivos y yo?.
Siento,
rabia, desprecio, abandono y soledad, hacia mí mismo, pero yo soy quien soy,
soy como soy como he querido ser, como debo ser. Con mis tristezas y mis
alegrías, según la realidad de cada día”.
Cerró
el diario en el que había escrito estos párrafos, y lo arrojó a un rincón de la
habitación, lloró desconsoladamente abrazado a la escopeta de caza. No
tenía valor, había leído que Ernest Hemingway, así había acabado su vida, pero
no tenían la certeza de que fuese voluntario, quizás el alcoholismo o el
Alzaimer que le habían diagnosticado, o su carácter depresivo. Pero él, no,
pensó -soy un cobarde- se negó a admitirlo y quitó el seguro, posó la culata en
el suelo colocando la escopeta en vertical, descansó su barbilla sobre los
cañones.
Sintió el pestillo de la puerta, se sobresaltó y el arma cayó al suelo disparándose, por suerte solo hizo destrozos en su librería. Quien había tras la puerta era su hijo que había regresado del colegio antes de lo previsto por una indisposición y que como hacía siempre corrió al despacho de su padre para darle un beso. Abrazó fuertemente a su hijo y éste le dio un sonoro beso. Comprendió que le había salvado la vida, ahora de él dependía salvar su mente y ser él mismo.
Una fragancia masculina díscola
Por mi edad, ya creo que pocas cosas pueden sorprenderme, pero la verdad es que es un error, siempre hay algo que te hace ver que la capacidad de sorprenderse de cada uno es casi ilimitada.
Había
entrado a esa cafetería a tomar un café, lo que me llamó la atención fue su
fachada toda de cristal incluido un pequeño ascensor que sobresalía en forma de
semicírculo de la misma. Desde fuera podía observarse que el local constaba
de dos plantas aunque también disponía de una terraza para las noches de
verano. El cristal de la fachada era en tono blanco mate no siendo visible el
interior desde la calle aunque el ascensor era totalmente transparente. Las
letras que identificaba el local estaban grabadas en el cristal,
eran color canela oscuro y de estilo caligrafico, situadas entre la
planta baja y la primera. Su nombre era bastante peculiar “Cafetería: Tu
café, tus amigos y tú”.
El
interior estaba gustosamente decorado, una pequeña barra también de cristal
igual que el de la fachada y pequeñas mesas redondas igualmente de cristal con
un pie central de acero en color canela oscuro, las sillas eran de acero del
mismo color que el pie de las mesas y tapizadas en piel en blanco roto. La
iluminación tanto por la luz exterior que permitía la fachada como por la
iluminaria del local le daban un aspecto de calidez que hacía que el sitio
fuese muy agradable. No vi la planta de arriba que supuse tendría el mismo
aspecto, ni la terraza que por ser invierno aún no habían abierto.
Pedí
en la barra un café, me dijo que me sentara donde quisiera y que ya me lo
servía, era una chica joven bastante atractiva y elegantemente vestida, que
llamaba muchísimo la atención por su belleza. Observé que había otras dos
chicas más igualmente jóvenes y bellas, que eran las que servían las mesas. Por
cierto el local estaba lleno para ser un día de diario, y tendría un aforo de
unas 60 personas.
Observé que un chico me miraba, me sentí intimidado y al mirarle sostuve la mirada, pensé que dejaría de hacerlo pero él seguía mirando, la verdad no me encontraba cómodo así que apuré mi café y me dispuse a levantarme e irme, cuando me di cuenta estaba a mi lado me pareció que lo que me dijo era un ataque en toda regla, vamos que quería ligar conmigo, turbado, le dije, -perdone, se ha equivocado conmigo, no se preocupe, no le tomo en cuenta su insolencia usted es libre de elegir la opción sexual que más le guste, pero no entiendo como se ha atrevido a ser tan descarado-. Se deshizo con mil disculpas y me dijo que la fragancia de la colonia que usaba le había hecho pensar que era de su condición sexual, este aroma era como la tarjeta de visita que tenían en ese local para conectar entre ellos. No pude evitar reírme casi a carcajadas, no era por el chico que se quedó sorprendido, era que ese día estrenaba una colonia carísima que me había comprado. “Mala suerte la mía para una vez que tengo un producto de marca, y vaya entuerto”.
Una sonrisa, esperanza de vida
"En los momentos más críticos unas risas son esperanza de vida". El payaso no dejaba de visitar a diario la planta segunda del hospital donde los niños enfermos le esperaban con emoción siempre les hacía olvidar porque estaban allí y cuando se marchaba ellos acudían a su sección de quimioterapia aferrados a una ilusión, volver al colegio, con sus amigos, y dejar atrás esa pesadilla, el hospital procuraba hacer los más llevadera posible la estancia de los pequeños pero algunos de ellos eran conscientes de que su lucha titánica para vencer esa terrible enfermedad, batalla a batalla, día a día, solo dependía de la mano divina, los médicos hacían todo lo posible pero una sola pérdida suponía un tremendo mazazo para ellos.
Javier un pequeño de 14 años, no había vuelto a su habitación por la tarde, aquella mañana lo habían llevado a la sala de cuidados paliativos, pero no había vuelto, no había acudido con su amigos de planta a la sala de juegos donde el doctor Roberto Montes, todos los días acudía vestido de payaso para hacer más llevadera la vida de esos pequeños.
Hoy más que nunca haría reír a esos pequeños, él mejor que nadie sabía que unas risas son esperanza de vida, había conseguido vencer un tumor cuando tenía tan solo siete años por ello se había prometido que se haría médico y ayudaría a los niños a superar tan terrible drama. Su madre fue la artífice de que su lucha tuviese un final feliz, cuando él se daba por vencido, ésta conseguía hacerle reír de buena gana, primero jugaba con él, le incitaba diciéndole -que un mogollón de cosquillas sacarían una sonrisa para ella- y finalmente le ponía una cara con una mueca graciosísima al mismo tiempo que le decía -ya está aquí el monstruo de las cosquillas-. No, no eran las cosquillas, que también, sino esa cara de su madre que ahora veía siempre que intentaba sacar una sonrisa a los pequeños, su madre fue su alivio al dolor, su ayuda psicológica, y ahora era su apoyo para realizar esta solidaria labor que tanto bien hacía a esos niños.
Pero Javier era el hijo de su hermano, le habían diagnosticado el mismo tipo de cáncer que él tuvo, solo que estaba en un estado más avanzado y desde el primer momento se temía lo peor y lamentablemente esto había ocurrido. Si ya era doloroso para él enfrentarse a la tristeza de los pequeños para conseguirles un momento de felicidad, ahora estaba allí en medio de la sala, rodeado de los pequeños, algunos lloraban mientras decían que correrían la misma suerte otros en silencio rumiaban para si su amargura, y él lucha para no dejar traslucir toda esa pena que sentía, y al mismo tiempo aliviar el sufrimiento de todos.
Solo se le ocurrió decir este payaso se va a transformar en el monstruo de las cosquillas y va a ver quien le dedica una sonrisa lo más grande posible, procuró una mueca en su rostro para parecer más convincente, mientras con sus manos cosquilleaba a un pequeño que lloraba, éste dejó de llorar para reir, provocó la risa de los más pequeños, jugó un buen rato con todos y procuró no desfallecer, decidido a conseguir una sonrisa de todos, una esperanza de vida en los momentos más críticos.
Vacaciones de un parado
Cerró su ojos, y procuró aislarse de todo lo que le rodeaba, dejó de oir el ruido de la gente que pasaba cerca del banco donde se hallaba, se vio así mismo sentando frente al mar a la caída de la tarde, una suave brisa, su mirada fija en la blancura de la espuma del agua al romper la olas que poco a poco ganaban terreno a la playa, la luna ya visible parece vencer a sol que poco a poco va desapareciendo dejando unos vistosos tonos rojos en todos sus matices que más pareciera un muestrario de colores, las gaviotas atrevidas dada la soledad en la que está quedando la playa buscan alimento en la arena, algunos le arrojan migas de pan.
Pero
él no está ahí físicamente, se haya en un parque en su ciudad. No está de
vacaciones, lleva mucho tiempo que está de desocupaciones como él dice cuando
le preguntan, si, está parado. Sonríe para sí porque está en esa playa
imaginaria, a la que acude, cuando pierde la esperanza, cuando sus días se
hacen amargos, cuando la muerte oscila en su cabeza y no puede aguantar más
atado a una vida que se le escapa en sufrimiento, y se siente asustado quiere
gritar: estoy loco, casi loco, pero ha de ser fuerte si quiere vivir. En su
lucidez, abre los ojos, ha caído la tarde en el parque, las palomas revoletean
buscando las pipas que algunos niños le arrojan, la luna ha vencido a Sol que
ha desaparecido dejando unos tonos grises con leves matices rojo pálido.
La
mirada baja un poco perdida, inspiró profundamente y unas lágrimas brotaron de
sus ojos surcando sus mejillas, desvanecida la imagen de su playa imaginaria,
su realidad le mostraba una puerta que no puede abrir, asiéndole sentir, solo y
gris, y una idea surgen en su mente: La muerte es el final feliz.
Fin