viernes, 2 de junio de 2023

Microrrelatos

 7 de noviembre 1938

 la barbarie olvidada de un bombardeo inútil. 

(MUERTOS)

El niño Jesús Ruiz Cuevas, había acudido acompañado de su padre a la plaza del mercado, no recordaba a que había ido su padre ni porque él le había acompañado. Supo que ya eran sus últimos momentos de vida. 

Solo escuchó un ensordecedor ruido, eran las 7,31 minutos de la mañana del 7 de noviembre de 1938, aún no había cumplido los nueve años de edad. El ruido provenía de tres aviones republicanos modelo soviético Tupolev SB-2, más conocidos como “Katiuskas” unos aparatos fabricados desde 1936 y conocidos por su ligereza y rapidez, su tripulación era totalmente española. 

En escasos cinco minutos Dejaron caer una veintena de bombas, que provocaron no solo su muerte sino la de 106 personas más, así como 200 heridos. Arrasaron el centro de su pueblo, Cabra (Córdoba) en pleno corazón de lo hoy conocemos como la subbética. Las bombas cayeron sobre la plaza del mercado, y en especial en el barrio obrero de la villa. Casi 2000 kilos de bombas de diverso tamaño: 15, 70, 100, 250 y 500 kilos dejaron caer, lo que provocó la magnitud de la masacre. La bomba de mayor tamaño cayó en el Mercado, la que acabaría con su vida y con las de 35 personas más en el acto y otras 14 posteriores a consecuencia de las heridas causadas. Mujeres, niños, hombres. En el mercado de abastos egabrense en ese momento se hallaban numerosos campesinos no solo de la población sino de toda la comarca, era día de mercado semanal.

El resto de los muertos y heridos se podían encontrar en el destrozo ocasionado por otra bomba similar que detonó en la esquina de las calles Platerías y Juan de Silva, y en las que arrojaron en el barrio de la villa.

Su cadáver como el de otros muchos fue trasladado en carrillos y con capachos a los hospitales donde eran amontonados. Su hermana Angelita que colaboraba con la cruz roja de voluntaria descubrió con horror cuando levantaba las mantas que cubrían los cadáveres, su pequeño cuerpo yacente.

  7 de noviembre 1938

 la barbarie olvidada de un bombardeo inútil. 

(HERIDOS)

Mi bisabuela Vicenta Chacón Pérez, tenía un puesto de frutas y hortalizas en el Mercado, había madrugado más que otros días ya que era día de mercado semanal y acudirían más gentes de otras poblaciones, mi madre Emilia Álvarez Muñoz que contaba con tres años de su edad y su hermana Vicenta (conocida por todos como Pepa, contaba con nueve años), estaban en el puesto con su abuela.

Mi abuelo Antonio Álvarez Escalera acababa de llevar un saco de calabazas al puesto de su suegra, había venido desde las huertas de alcantarilla con él al hombro. Cogió en brazos a la más pequeña, fueron a comprar churros y salieron del mercado para desayunar en casa. Ésta se encontraba en el número 16 de la calle Norte.

En la esquina de la calle Córdoba con la calle Norte oyeron el ensordecedor ruido, y rápidamente corrieron para refugiarse en la casa. En ese preciso instante, el puesto de mi bisabuela era destruido y ella resultó herida por metralla en su glúteo.

En otro lugar en el mercado, el abuelo de mi mujer Rafael Ruiz López, con un brazo destrozado por la metralla no pudo abrazar a su hijo Jesús de 8 años que yacía en el suelo. Pero su desgracia fue más dramática cuando los facultativos que le atendieron pretendieron cortarle su brazo. Un obrero con trece hijos cuyo medio de subsistencia para toda su familia eran sus manos.

  7 de noviembre 1938

 la barbarie olvidada de un bombardeo inútil. 

(LA BARBARIE DESDE LA LEJANÍA)

(En el cortijo Rivero propiedad de D. Domingo Montes, su mujer Dolores estaba desayunando. El estruendo de los aviones republicanos Tupolev SB-2, que acababan de pasar le hizo levantarse de la mesa y con la taza del café con leche en la mano corría nerviosa de un lado para otro de la casa sin saber muy bien lo que hacía todo le hacía presagiar lo que unos minutos más tarde sucedió.

Rápidamente el humo que se veía proveniente de Cabra tras los bombardeos a pesar de que dicho cortijo se encontraba a más de tres kilómetros de distancia, preocuparon enormemente a Don Juan José Lardín Romero que trabaja en el cortijo y que dejando sus aperos de labranza corría hacia la casa diciendo: "Adiós Cabra". "Adiós Cabra".
Poco después mucha gente que despavorida abandonó la ciudad, se refugió en ese cortijo. La masacre ya se había consumado. La barbarie olvidada de un bombardeo inútil que el 7 noviembre de 1938 a las 7,31horas de la mañana dejó 107 muertos y más de 200 heridos. Un bombardeo que no tuvo un Picasso, que ha sido desconocido para gran parte de la opinión pública, pero que Antonio Manuel Arrabal Ruiz, le llamó El Guernica de la Subbética.

A mi hermano muerto

Le conté al cielo lo mucho que te extraño. Me enfadé con Dios, no podía entender cómo te había arrebatado de nuestras vidas. Todos quedamos destrozados. Deseé haber sido yo, no tú, tan pequeño. No somos los mismos desde tu pérdida, aprendí a ser feliz al recordarte, al hablarte, ¡porque mira que nunca he dejado de contarte todo lo que me ocurre como si estuvieras aquí! Sé que de un modo u otro me indicabas qué camino seguir cuando me hallo en una encrucijada. Comprendí que te habías ido, pero también sé que en mi corazón vives para siempre, hermano.

A mi padre

Hoy me despertado musitando felicidades y un te quiero, a mi padre muerto, y es que aunque la muerte te arrebatara de mi lado, en mi corazón o en otro estadio, explicarlo no puedo, aunque no te veo  a mi lado te siento.  Te hablo  y se que me escuchas porque confortado me encuentro  cuando mis dificultades te cuento.  

Hoy más que nunca te echo de menos, y quiero creer y creo que tú eras la mano que me despertó de mi sueño cuando un infarto alteraba mi cuerpo. La tristeza que albergaba en un primer momento tras este acontecimiento ha dado lugar a una paz interior que ahora siento.

Ahora  entiendo tu sufrimiento en los largos años de tu enfermedad, como luchabas por seguir viviendo no temías a la muerte como yo ahora no temo, solo tememos dejar aquellos que queremos. (Esposa, hijo, madre, hermanos, etc.).

Pero hoy no es día de tristeza si no de alegría por un padre que aunque me ha dejado huérfano, cada día que pasa recuerdo y hoy en especial debo decir y digo FELICIDADES PAPÁ TE QUIERO.

Ah vale = amén

Dicen que Dios hace las cosas siempre por un motivo, pero no hay nada que duela tanto como saber que  no  podemos  hacer nada  superar tu muerte, cierto es que  acabamos aceptándola incrédulos por un hecho tan desgarrador.

Decir, que fuiste un buen hijo, un buen hermano, un buen marido, un buen padre, un buen yerno, o un buen cuñado, es utópico y propio de nuestra civilización que siempre enaltece a sus muertos, aunque en vida los haya ignorado, ninguneado o vilipendiado. Obviamente, para quien te conocimos, te tratamos u tuvimos la suerte de ser tu familia, no es una utopía lo anteriormente expuesto. Tú eras la bondad en persona, “formal, servicial, prudente, solícito…..” todos cuantos adjetivos se puedan poner aquí no solo no son exagerados si no que sin duda pueda quedarme corto, y tanto es así que dos palabras tuyas, reflejan tu manera de entender la vida y avalan mi comentario.

¡Ah vale! No son meras palabras, eran tu escudo para no caer en una disputa, provocación, hostilidad u ofensa. De alguna manera te dejabas llevar a todo lo que se te propusiera sin una discusión y estas dos palabras, alejaban cualquier atisbo de tormenta, cualquier rencilla, fuera quien fuera quien hubiera prendido la mecha. ¡Ah vale! Era tu defensa, contra todo aquel que pretendiera provocarte, acosarte, hostigarte o asediar tu sentido de la vida conciliada con una paz que pretendías rigiera tu entorno, (yo especialmente puedo hablar del familiar).

¡Ah vale! dos palabras que de ahora en adelante con tu permiso “Rafa, cuñao” haré mías y que creo interpretar con el mismo significado que la que pronunciamos al final de las oraciones que hemos rezado al proceder a darte sepultura y que significan “así sea”. Descansa en Paz, ¡Ah vale! =Amén.

Agresión

Refiere no haber perdido el conocimiento, recuerda lo sucedido, un vómito  aislado, no sensación  nauseosa, no pérdida de visión, aunque en alguna ocasión visión nublada. Solo repite:

“Por la espalda y a traición golpeando su cabeza contra un automóvil, su jersey manchado de barro con las huellas de zapatillas de deporte (sin duda para huir más de prisa), pero no sin antes patearle la espalda. Caído al suelo y vencido. Cuatro eran cuatro uno de ellos menor. Es la ley del Botellón”. 

Caí en la tentación

No bebo vino. Acepté su invitación de visitar la bodega.

En una curiosa barrica con tapa de cristal se apreciaba perfectamente sobre el vino unas capas de color blanquecino, introdujo una venencia y ésta atravesó la capa que reposaba sobre el vino sin mezclarse con el líquido extraído.

Le alargué un catavino.

Pasándome la copa me ordenó, pruébelo.

Esto que ve aquí, dijo señalado la capa que se posaba sobre el vino se llama velo de flor y es una levadura que se forma sobre la superficie del vino y forma parte de su crianza.

Acerqué el catavinos a mis labios, era tan agradable el olor que desprendía que bebí un pequeño sorbo y  me resultó tan grato el sabor que yo que jamás lo había probado, acabé tomándome todo el contenido. Puedo decir que mi reparo a beber vino se fue de golpe y todo terminó con una copa de vino.

                          Calor, sofoco                                                      

Calor, sofoco, tristeza, pesadumbre, no tengo sueño, no quiero dormir para despertarme, con más calor, más sofoco, más tristeza, más pesadumbre, más sueños. No quiero y debo dormir para soñar que duermo, que me vence el sueño, que mi pesadumbre se descarga, mi tristeza se desvanece, mi sofoco es un calor de entusiasmo y viveza. ¡Todo es sueño!, sueño despierto, no duermo, mi tristeza me produce sofoco y un calor aumenta en mi cuerpo, más la tristeza me trae pesadumbre, pero no sueño. Sueño que sueño y lo hago despierto. Calor, sofoco, tristeza, pesadumbre ¡no tengo sueño!, más me permito soñar despierto. 

¿Cómo detener el tiempo?  

¿Cómo detener el tiempo?, si siempre nace un nuevo día tras el amanecer. Las manillas del reloj ves pasar, días y noches de una vida vacía. Busco otro camino, pero ya es tarde, me siento tan pequeño, triste y cansado. Sí, contarán mi historia por su mal final, pero ahora me falta valor aunque en mi camino solo hay espinas. Nadie me enseñó a vivir, y ahora caigo en la cuenta que mi peor enemigo soy yo mismo. Quizá un día la fortuna me haga sonreír. (Microrrelato: Diario de un suicida)

Con resignación

La paciencia se agota, no es normal que después de ocho días no me haya recuperado. No me puedo dejar vencer, estaría perdido si lo hiciese, todo depende de mí, puedo no presentar batalla, dejar caer mis brazos y decir, todo está escrito, mis días están contados. O bien dar solo un paso e intentar apartar esos fantasmas que nublan mis sesos y obnubilan mis pensamientos. Tengo que ser fuerte, si quiero vivir, y ahora caigo en la cuenta de por lo quiero vivir. Tengo toda una vida por delante, he aprendido a quererme y soy feliz. Recuperarme sólo depende de mí.

El escribidor

Acabó sufragando los gastos de edición de varios libros que tenía publicados. Había participado en varios concursos e incluso algunos de sus relatos se habían publicado en distintos libros juntos con obras de otros autores que al final había acabado comprando.

A pesar de ello estaba decidido romper con todo, tenía lo suficiente para vivir sin trabajar, al menos en aquello que ahora no le apetecía. Su pensamiento estaba enfocado en que su trabajo en este momento sería escribir.

¡Qué lejos estaba de ser un escritor!, era una paradoja, creerse por el mero hecho de escribir vería su nombre entre los grandes de la literatura contemporánea. Pero él se veía escribiendo que escribía. Soñaba que escribía escribiendo, imaginaba haberse visto escribir escribiendo e incluso veía que había escrito. Más no se daba cuenta de lo que era escribir,  sin saber que él era solo era un escribidor.

El fantasma

La primera vez que lo vi y lo sentí. Salí de la cocina al pasillo me pareció como si una corriente de aire helado recorriera el mismo, ya en el salón el frío aún era más notable, todo el piso estaba cerrado no era explicable así que lo achaqué a que no me encontraba bien, por la mañana había tenía fiebre.

Encendí la calefacción y me senté en un sillón y me dispuse a leer un libro, sentí aire cálido sobre mi cabeza y la sensación como si alguien estuviera detrás de mí, la verdad es que me quedé paralizado giré mi sillón y vi claramente una figura humana que parecía como de humo y se difuminaba

El trabajo te hará libre

Hoy me he levando al amanecer. No, no tenía que ir a trabajar en realidad hace tiempo que no tengo trabajo. Sentía que algo me oprimía el pecho, me faltaba el aire, salí al balcón, respiré profundamente, tarde unos minutos en sentir el fresco que tan de mañana helaba mis pies y manos, temblaba de frío pero en mi interior ardía por dentro. Caí en la cuenta que lo que me faltaba era libertad.

Fuente del Río (Cabra)

En pleno parque natural de la Sierras Subbéticas, a los pies de las mismas donde confluye el carácter natural de un manantial típico del sistema cárstico de la Sierra de Cabra hay un manantial que no agota su agua, y nace un río que a su paso da forma a una serie de saltos de agua y que serpentea la Ciudad de la cual toma su nombre y que es milenaria. Es también un paraje natural sujeto a los cambios materializados por la mano del hombre. En un entorno privilegiado por el valor ornamental de sus jardines y árboles. “Arboleda singular” la de la Fuente del Río de Cabra. Es un rincón de belleza notable, con mucho encanto y visita obligada. Merenderos de piedra que antaño en las calurosas noches de verano familias enteras frecuentaban. Más también es cierto que con el murmullo del agua Ben Mocadem “el ciego de Cabra” allí inventó la moaxaja y concluyó una estrofa denominada jarcha ésta posteriormente dio lugar al Zéjel y al villancico que hoy en todo el mundo se canta. Mil años más tarde D. Juan Valera atraído por tanta belleza en tan singular paraje de su tierra, no podía por menos que escribir sus novelas. Ya que dicen que la novela es arte y su fin es la creación de la belleza. Pepita Jiménez, Juanita la Larga, Doña Luz y ya mejor me detengo porque en tan hermoso paraje la inspiración no tiene freno.

He despertado de madrugada

He despertado de madruga, las cuatro serían, sentí que se me escapaba la vida, la parca tras de mi corría, salté de mi cama, me dirigí a mi despacho mientras un libro cogía, sentí que se me escapaba la vida, hice como que leía, me senté en mi sillón esperé su venida, han pasado ocho horas ¿se habrá dado por vencida? -Te espere la vida entera, te diré cuándo por mi vengas-, sé que más allá de la muerte, vida después de vida la vida me espera, que la mala hora, nada la detenga, estoy contento con mi familia, con mis amigos, con mi acreedores y porque no hasta con mi recaudador de impuestos, la hoja roja de mi vida aún no he arrancado todavía, aunque por los años que ya voy contando sé que poco va quedando. No creas lector que esto un monólogo resignado, es un arenga a lo que estoy pasando. Trágame tierra cuando el féretro estén bajando, despedirme de familiares y allegados, que con premeditación y alevosía habré dejado.

Despertar temprano en tiempos del Covid

Hoy me he levando muy temprano, las cinco de la madrugada serían. No, no tenía que ir a trabajar en realidad hace tiempo que no tengo trabajo, así que ahora con el estado de alarma menos motivos tenía para madrugar.

Pero sentía que algo me oprimía el pecho. No, no temía por mi salud a pesar de que ya he sufrido un infarto y el parecido con los síntomas era muy similar. Me faltaba el aire. Salí al balcón, respiré profundamente e intenté oxigenarme, tardé unos minutos en sentir el fresco que tan de mañana helaba mis pies y mis manos y hacía que temblara de frío, pero en mi interior ardía por dentro. Caí en la cuenta que lo que me faltaba era LIBERTAD.

Entré en casa y me fui para ducharme. Sí, me he duchado como lo hago todos los días, pero hoy me he vestido de calle “de domingo” como diría mi abuela que en paz descanse. Me he sentido más persona hasta me sentido libre, tan libre que saber que voy a salir a comprar es como si me hubiesen dado un permiso carcelario. Eso sí un permiso extraordinario, aunque de golpe mi alegría desapareció porque aún nos queda lejos que nos den un permiso ordinario. Que no significa que nos den la libertad.

Inestabilidad

Le golpearon en la cabeza con una silla. Antes de perder el conocimiento, solo una palabra asaltó su mente: inestabilidad.

Cuando volvió en sí, pensó en lo que quedaba de su patria, la inseguridad aumentaba cada día. Hambre, violencia callejera, robos de todo tipo, revueltas. Hablando claro y conciso, por ese camino se iba la mierda, si es que ya no lo estaba.

Él, solo escribía sobre lo que sucedía a su alrededor. No era un analista político, pero se vía escribiendo quizás por consuelo o por desahogo. Y lo hacía sobre el capitalismo, que languidecía causando un daño inimaginable.

Integridad

Con indignación arrojó la taza de café al suelo del exuberante despacho que él y su socio compartían, mientras le decía, que no estaba dispuesto a cometer tal tropelía, por nada de mundo engañaría a aquellas bondadosas familias de ancianos a las que pretendían comprar sus humildes casas para ofrecerles un piso en la ciudad, que no era ni mucho menos lo que le habían pintado y acabarían muriendo de pena en cuanto se hubiesen instalado en ellos. El proyecto valorado en ciento cincuenta millones de euros consistía en la construcción de un centro comercial con todo tipo de tiendas y lugares de ocio. Lo que supondría una fabulosa cantidad de dinero para su cuenta corriente, pero estimaba que era una tranquilidad para él que aquellos lugareños no fuesen despojados de sus casas que desde hacía más de doscientos años habían construido sus antepasados con sus propias manos. 

La cámara secreta

Ahora él supo, porque sentía escalofríos, cuando se miraba en el espejo grande, que había en la pared al fondo del salón. En realidad era una puerta a una cámara secreta y ésta sería también su tumba. Tras ella quiso la causalidad que encontrara el cadáver de su abuelo. Un diminuto resorte, oculto tras el marco, que pulsó abrió la puerta. Entró, un pequeño candil que encendió alumbraba un pasillo, que le llevó hasta una estancia. En la misma, en una cama yacía un anciano. Sintió un espasmo, cuando proyectó la luz del candil, sobre el lecho, la momia que vio sobre ella era el cuerpo descompuesto de su abuelo. Así muchos años después de que a éste se le diera por desaparecido descubría que en realidad nunca se había ido de la casa. Quiso salir rápidamente de allí, al salir al pasillo tropezó con algo y la puerta comenzó a cerrarse, no llegó hasta la misma antes de que ésta lo hiciese completamente. Al igual que a su abuelo se le dio por perdido. 

La humidad

La humildad, era su seña de identidad, desde que murió su esposa. Vendió todos sus bienes, salvo un local comercial que preparó como comedor social, donde diariamente daba más de cien comidas a las personas más necesitadas de su pueblo. Él mismo junto con voluntarios ayudaba a servirlas. Nadie en el pueblo sabía quien sostenía económicamente el ingente coste economico que suponía mantener el comedor. De él decían que había lapidado todo su dinero a la muerte de su mujer y ahora trabajaba allí para poder comer y pagarse la modesta pensión donde dormía. Sonreía cuando oía murmurar esto incluso a los que daba de comer, jamás lo desmentía cuando incluso algún atrevido le preguntaba. Toda su preocupación y toda su energía estaba proyectada en poder mantener tan loable labor y que nadie descubriera que realmente él era responsable.

La parca

Desperté de madruga, sentí que se me escapaba la vida, la parca tras de mi corría. -Te espere la vida entera-, sé que más allá de la muerte, vida después de vida la vida me espera, que la mala hora, nada la detenga, estoy contento con mi familia, con mis amigos, con mi acreedores, la hoja roja de mi vida aún no he arrancado todavía, aunque por los años que ya voy contando sé que poco va quedando. Trágame tierra cuando el féretro estén bajando, despedirme de familiares y allegados, que con premeditación y alevosía habré dejado.

Lector compulsivo

¿Qué libro lees ahora? Un amigo me acaba de preguntar. Concluyo esta tarde “Boabdil”, pero no sé, quisiera antes de finalizar este mes “la taberna y la bodega”, finiquitar. Si tú no eres hombre de bares me respondió extrañado mi amigo por mi respuesta tan singular. Seguro que no supo interpretar ya que la lectura como él dice, no le va. En Roquebrun, 22 febrero 1874, allí me hallo ya.

Mi enemigo, yo mismo

¿Cómo detener el tiempo?, si siempre nace un nuevo día tras el amanecer.

En las manillas del reloj veo pasar las horas; las noches y los días se suceden y siento que mi vida está vacía. Busco otro camino, pero ya es tarde, me siento tan pequeño, tan triste y cansado. Sí, contarán mi historia por su mal final, pero ahora me falta valor, aunque en mi camino solo hay espinas. Nadie me enseñó a vivir, y ahora caigo en la cuenta que mi peor enemigo soy yo mismo.

¡Quizá un día la fortuna me haga sonreír!

Microrrelatos de maltratos

Sara apagó la televisión. Javier volvió a encenderla. Ésta cortó la corriente de la vivienda, pulsando el interruptor general automático. Ahora ella era quien sacaba adelante la casa con su trabajo. Javier, su marido llevaba cinco años en paro y para ella era un mantenido, así se lo hacía ver a diario. Igualmente como su inequívoca frustración al casarse con él. Y cuando discutían se lo repetía insistentemente.

Él comprendió que todo había acabado entre ellos, porque pensaba que en una relación si el otro no es capaz de evitarte una migaja de sufrimiento es porque todo se ha acabado.

No vio otra salida,  y cuando éste se arrojó desde el balcón de su casa, un sexto piso, solo pensó que él era un fracasado, y que por su causa su mujer tenía que trabajar.

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Ramón García, se desplomó sobre el sillón de su mesa de despacho, cuando al otro lado de la línea telefónica su hija llorando desconsoladamente, le daba la noticia de que Javier, su hermano pequeño que llevaba ocho meses casado, había acabado con su vida, pegándose un tiro en la cabeza. Pronto se sabría que los moratones que presentaba el cuerpo de fallecido habían sido producidos por los golpes que en arrebatos de locura su mujer le propinaba. Ocho meses de silencio había soportado. Desde la vuelta del viaje de novios, aquella chica que amaba con locura se había transformado en una persona desconocida para él. No solo le apartó de ir a jugar al futbol las tardes de los sábados en el equipo que tenía con sus amigos desde el instituto, si no que poco a poco quedó recluido en casa de la que solo salía para ir trabajar. Cualquier minuto de tardanza suponía una bronca en la que terminaba siendo apaleado, al principio solo eran golpes con la mano, luego pasaría a hacerlo con objetos contundentes como el cepillo de barrer y otros objetos.

Acabado de leer el diario, María la hermana mayor de Javier, entendía porque éste no tenía ni Facebook, ni WhatsApp, ni Instagran ni cualquier otra red social que se le pareciese. Siempre que le preguntan decía que no le gustaban. La verdad es que su mujer se lo tenía terminante prohibido. 

Observé a mamá

Observé a mamá, había bajado tras ella a la bodega sin que se percatase que la seguía. Dejó atrás la zona donde estaban las barricas, entró en la habitación donde se ubicaban los botelleros. Cogió una botella al azar. Podría haber elegido cualquiera, todas eran de una calidad suprema. Arriba en el comedor, a los invitados había que sorprenderles, ya que estaban dispuestos a financiar la comercialización de nuestros caldos.

Abrió la botella, cogió una copa y vertió un poco de vino en la misma, agitó levemente la copa, mientras observaba el color del contenido, con una parsimonia exasperante la acercó hasta su nariz. Bebió un pequeño sorbo, evidentemente no lo tragó de golpe, lo evaluaba degustándolo en su paladar. Por su gesto de aprobación parecía satisfecha.

Por cumpleaños a un amigo pintor en tiempos del Covid

Pinta una primavera desolada, una primavera vestida de invierno, una primavera sin largas filas de nazarenos, sin los pasos de Jesús o María en las calles, una primavera de parques vacíos de niños, de abuelos solos recluidos en sus casas. De miedo en las caras de todas las personas que tienen que ir a trabajar, de temor en los familiares cuando que los reciben a la vuelta a casa.

Una primavera donde el olor a azahar queda diluido por el olor del gasoil quemado de los camiones o tractores que desinfectan nuestras calles.

Una primavera que dará paso a un verano de gente ociosa porque habrán perdido su trabajo, que no llenará los hoteles, ni los lugares de recreo, que habrá roto los sueños de miles de personas que no querrán llegar al otoño tan triste y gris.

Pinta una primavera que a pesar de todo brille la esperanza en la humanidad reflejada en todos y cada uno de los sectores que aun sacrificando su vida están luchando porque salgamos de ésta.

Pinta en definitiva una primavera en la que, a pesar de esta desolación, sin duda estoy seguro querrías volver a nacer para no perderte nada de lo que has vivido y te queda por vivir. Feliz cumpleaños amigo.

Te esperé

Con la piqueta al hombro, musitando el nombre de su esposa a la que acababa de dar sepultura, se perdió entre las calles del Campo Santo. Se dejó caer bruscamente de espaldas sobre la tapia del osario. Solo cuando se percató del pico que sobresalió tras atravesar su pecho, vio que ella tal como le había prometido estaba esperándolo extendiendo sus manos llamándolo con voz tierna. 

Traición

Su declaración tenía que ser decisiva y esperaba que fuera creíble. En realidad él solo era uno más de los incautos que habían caído en la trama que había organizado esa banda de delincuentes, pero la policía lo había señalado a él como parte de la misma, quizás porque vio a tiempo el engaño y pudo salir indemne de la enorme estafa que habían consumado contra su empresa y él mismo.

Su oportunidad para redimirse, pasaba porque su abogado presentara las pruebas que él había obtenido a base de mucho esfuerzo y su contumaz empeño en demostrar su inocencia.

Camino del Juzgado pensaba que el desenlace estaba próximo. No vio venir al vehículo que le embistió por detrás y rápidamente se dio a la fuga. Mientras su vida se apagaba, su abogado, incendiaba el vehículo y con él destruía toda la documentación que exoneraba a su cliente. 

Triste realidad

He cerrado los ojos de ver, lo que veía no me gustaba y nada podía cambiar, veo con los ojos mirar y aunque de soslayo paso la mirada no puedo por menos que reprobar lo que miro: (injusticias, egoísmos, maldades, falsedades) todo es igual, mire o vea daño me hará. Quiero cerrar mis ojos para no abrirlos más. He replegado mis brazos sobre mi abatido cuerpo derrumbado hundido. No puedo volar mi pesadumbre es tal que aunque alas tuviera el vuelo no podría remontar.

Un fantasma en casa

La primera vez que lo vi y lo sentí yo salía de la cocina al pasillo. Me pareció como si una corriente de aire helado recorriera el mismo. En el salón el frío aún era más notable. Todo el piso estaba cerrado, la calefacción estaba encendida, no era explicable. Me senté a leer un libro. Tuve la sensación como si alguien estuviera detrás de mí. Giré mi sillón y lo vi. Me quedé paralizado.

Vivir con miedo

"Cuando abrió el grifo de la ducha recordó, que habían pasado cuatro meses desde el primer día que se levantó la cuarentena. Ya nada era igual"

Toda su vida se había desmoronado durante estos últimos meses, el primer mes perdió su empresa, el segundo mes su mujer se fue de casa, más tarde supo que se había ido con el vecino del bloque contiguo con el charlaba cuando salían a las ocho aplaudir desde el balcón. (Él reprobaba este acto y por ello no salía. Solía llamarlo la dictadura de los balcones). El tercer mes tuvo que abandonar el piso que tenía arrendado ya que con la exigua paga que tenía no podía pagarlo. Durante este último mes había estado durmiendo en su coche. Hacía dos semanas que había conseguido un trabajo y hoy había alquilado una habitación de una modestísima pensión con un baño común para todos los inquilinos.

Dejó caer durante un largo tiempo el agua, para limpiar el plato de la ducha, a pesar de todo iba a meterse con unas playeras temía coger hongos o cualquier otra cosa. Cuando se introdujo el agua era fría, se quejaría al dueño de la pensión, aunque para él ahora era un alivio ya que sintió tonificarse todo su cuerpo.

Cuando salió limpió concienzudamente la ducha como si la volviera a utilizar él. Soy solidario, responsable pero no soy un héroe qué carajo. Se vistió subió a la azotea del edificio y se arrojó, muriendo en el acto.





 










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